Dentro del recorrido del Madrid masónico, no puede faltar la visita al cementerio civil de la Almudena. Poco o nada es necesario hablar de su origen o su historia, la información se encuentra en cualquier parte. Sí que es necesario hablar de la impresión, la sensación que produce enfrentarse a un pasado que, poco a poco, se desmorona, como las tumbas de los masones que se encuentran por doquier. Mientras otros cementerios masónicos como el de Buñol están siendo restaurado, éste se encuentra en absoluta decadencia en su parte más antigua. El testimonio vivo de quienes alguna vez formaron parte de nuestra historia se muere.
Entrar allí, para cualquiera, significa un despertar de la curiosidad. También he visto caras boquiabiertas, impresionadas por tanta riqueza simbólica. Unos y otros preguntan sin descanso, recibiendo torpes, imprecisas e ignorantes respuestas por parte de los guías. A veces tienen la fortuna de acertar, a veces.
Para mí, entrar allí fue una mezcla de sensaciones. Por un lado, la inmensa tristeza al ver lápidas, estatuas, símbolos dejados al capricho de un tiempo destructor. Por otro lado, la melancolía al, casi, poder escuchar las voces ya apagadas de grandes masones que tanto hicieron por todos, que intentaron llevar la filantropía a todos y cada uno de sus iguales, de todos.
El cementerio civil de la Almudena es un doble cementerio.